lunes, enero 01, 2024

Sobre la kenopsia

 kenopsia
      La kenopsia es un efecto psicológico generado por los lugares vacíos que suelen estar llenos.

Calles muy transitadas solas. Un pasillo de una universidad por la noche. Una estación de tren desierta. Un parque de atracciones antiguo en completo abandono. La kenopsia se hace presente con tan solo imaginar estos escenarios.

 

Vivimos en un mundo que cada vez parece ir más deprisa. El planeta se ha transformado con la implantación de las tecnologías, hasta el punto de que apenas quedan unos pocos rincones en el mundo ajenos a esta revolución. Nos encontramos hiperconectados, y es que a un simple golpe de click es posible mantener una videollamada con alguien que se encuentra a miles de kilómetros de distancia.

Además, el consumismo se ha posicionado como el núcleo de nuestro estilo de vida. Esto nos lleva a comprar productos y servicios de todo tipo que nos ofrecen emociones placenteras. Esta espiral de trabajo y consumo nos mantiene tan ocupados que a veces es difícil saber parar y escuchar el silencio.

Sin embargo, parar se convirtió en una obligación cuando la pandemia del coronavirus se estableció en el mundo. Ese virus desconocido que causaba estragos obligó a reorganizar la vida en sociedad con el fin de frenar los contagios y destinar todos los recursos a su aniquilación.

En la primera etapa vivimos un confinamiento estricto, por el cual prácticamente nadie podía salir de su domicilio salvo causa de fuerza mayor. En aquel momento, salir a la calle era similar a entrar en el set de una película de ciencia ficción. Recorrer las calles vacías, ver los comercios cerrados, observar a los pocos viandantes con el rostro cubierto por una mascarilla… son imágenes que quizá nunca habríamos imaginado que veríamos. Ver como todo nuestro mundo repleto de rapidez, gente y entretenimiento se había puesto en modo pausa produjo en nosotros un gran sinsabor.

Visitar un teatro en desuso. Recorrer las calles de una ciudad deshabitada. Pasear frente a una escuela cerrada. Sumergirse en estos lugares puede despertar en nosotros la kenopsia, esa sensación única de nostalgia al presenciar la quietud de espacios que alguna vez vibraron con vida.

Nombrar las emociones que sentimos, pero que nos resultan difícil expresar en palabras, supone un alivio significativo. Conozcamos más sobre este curioso y melancólico sentimiento que todos llegamos a experimentar alguna vez.

Quizá no lo sepas, pero el sentimiento de inquietud al ver un escenario tan desolador como ver las calles vacías a causa de, por ejemplo, una pandemia, tiene un nombre: kenopsia. En este artículo hablaremos sobre dicho concepto con detenimiento.

Abordando la definición

Jonh Koeing creó el Diccionario de los Dolores Oscuros con el objetivo de dar nombre a aquellas emociones que todos sentimos, pero no sabemos cómo expresar, pues carecen de un término específico. Kenopsia es una de esas.

El autor describe a este neologismo como «la sobrecogedora atmósfera triste de un lugar que normalmente se llena de gente, pero que ahora está abandonado y tranquilo». Su etimología deriva del griego kenosis que significa «vacío» y opsia, que significa «ver». Ver vacío. Sentir vacío.

Va más allá del impacto visual que genera un sitio desprovisto de actividad. Se asocia con la extraña sensación de notar la esencia de sombra de lo que fue. Así, mientras caminamos por una avenida deshabitada y con todos los comercios con sus persianas bajas, nos invade una melancolía difícil de poner en palabras.

¿Alguna vez tuviste que ir a la oficina en un domingo por la mañana y la encontraste sumida en la oscuridad y el silencio? ¿Recorriste un colegio sin niños en medio de un receso escolar y te fue inevitable sentir nostalgia? Esto es a lo que nos referimos.

Y, es probable que nunca antes hayas oído esta palabra: kenopsia. Lo que sí es posible es que hayas experimentado la emoción a la que hace referencia.

La kenopsia es la experiencia vinculada a un sentimiento de inquietud ante un lugar vacío que suele estar lleno de gente y que, sin embargo, en esa situación permanece tranquilo y sin la presencia de otras personas, como si estuviera abandonado. Esto es exactamente lo que la mayoría de la sociedad sintió en los pasados años, cuando la pandemia puso en vilo al mundo entero. Pasear por calles desiertas que antaño se veían abarrotadas genera inquietud, malestar y desasosiego. No hay rastro de niños en los colegios, ni personas mayores en los bancos de los parques. Tampoco hay gente haciendo deporte ni autobuses que transportan pasajeros a sus respectivos trabajos.

Lo cierto es que los entornos que habituamos a ver habitados se convierten en simples decorados de película cuando aquello que les da vida desaparece. Sin las personas los edificios y las calles pierden todo su sentido y su razón de ser.

La kenopsia encuentra su raíz en la añoranza, en la nostalgia por una vida conocida que ya no existe. Aunque afortunadamente hemos salido de la pandemia y su pesadilla, lo cierto es que muchas personas no pueden olvidar ese malestar profundo que sintieron, ese vacío por dentro al ver como todo lo que conocían desapareció un día sin saber si iba a volver.

Sentir kenopsia no es incompatible con la serenidad que brindan los lugares tranquilos o solitarios. Sin embargo, el bienestar que hallamos en un paraje alejado se debe a que nunca vimos ese espacio lleno. La kenopsia sólo tiene lugar cuando hay nostalgia, cuando se ha dado un cambio brusco que nos hace sentir extrañeza ante el silencio.

Causas psicológicas de la kenopsia

Las razones detrás de esta peculiar sensación de vacío no están claras. Sin embargo, existen algunos factores psicológicos que podrían tener una relación directa y representativa con su origen.

La ley del cierre

En psicología, existe un fenómeno fascinante que se vincula con la tendencia humana a llenar los espacios vacíos. Se lo conoce como la ley del cierre y es uno de los principios de la Gestalt.

Resulta intrigante observar cómo nuestro cerebro, ante algo incompleto, ya sea algo perceptible visualmente, como un círculo sin cerrar, o algo abstracto, como una historia sin final, tiende a llenar esas lagunas.

Nuestra mente busca completar patrones, formas o información con base en el conocimiento previo. Podríamos pensar, entonces, que la experiencia humana no se lleva bien con la ausencia. O, al menos, nuestra tolerancia al vacío es limitada. Nos incomodan los espacios en blanco.

Es que, en última instancia, nos da miedo a estar solos. En este sentido, este fenómeno parece advertirnos sobre la vaguedad y nos confronta con un abismo perturbador y desconocido.

Vida comunitaria

Otra de las razones que pueden ayudarnos a comprender el porqué de la kenopsia es la necesidad humana de vivir en comunidad y estar en contacto con otros. No podemos olvidar que somos seres sociales.

Desde épocas antiguas, la vida en grupo ha perdurado como una estrategia adaptativa eficaz para protegernos de potenciales peligros. Hoy en día estar rodeados de otras personas es tan común para nosotros que ya nos acostumbramos. Estamos en constante interacción con otros seres humanos que viven, lloran, ríen, gritan, saltan.

Pero, ¿qué ocurre cuando el bullicio habitual se desvanece? El silencio comienza a aturdir y el vacío se vuelve sofocante. Resulta imposible no sentirse incómodo ante tanta ausencia.

A partir de este contraste, esta falta de la vida bulliciosa que dábamos por sentada, nos invade una sensación de soledad súbita y repentina, alertándonos sobre algo que no marcha bien. Como si el abandono fuera inminente. En definitiva, la kenopsia pone en evidencia nuestro deseo intrínseco de estar con otros.

Apego emocional y miedo a lo desconocido

Esta emoción oscura también puede estar enlazada con el miedo a lo desconocido. Es posible que la falta de actividad humana cree un ambiente en el que lo familiar se vuelve extraño y desconcertante. A su vez, este escenario quizás despierta ansiedad y temores asociados a lo que no entendemos en términos absolutos.

Además, la conexión afectiva con esos entornos ahora vacíos puede dar lugar a una sensación de pérdida y melancolía intensa. De esta manera, la kenopsia puede intensificarse cuando hay apego emocional con esos sitios.

La kenopsia y su relación con el gregarismo humano

Los seres humanos somos individuos de naturaleza social. Necesitamos contar con un grupo de iguales que nos arrope para poder sobrevivir. Así, cada uno de nosotros requerimos a quienes nos rodean y viceversa, pues en solitario queda evidenciada nuestra extrema vulnerabilidad. Esta forma de vida gregaria ha permanecido miles de años, ya que desde los tiempos más primitivos ha sido una estrategia efectiva de adaptación a un entorno repleto de peligros y hostilidad.

A pesar de ser aquello que nos humaniza, en los últimos años parece que hemos despreciado esa necesidad imperiosa de los otros. La sociedad ha cambiado hacia un patrón cada vez más individualista, donde se premia la autosuficiencia y el ego. Por contra, depender de los demás se considera un fracaso, un sacrificio que nos impide ser lo que nosotros queremos ser. Quizá hemos llegado a un punto en el que hemos dado por sentado todo lo que tenemos, ignorando que nuestra vida sólo es posible si los demás están en ella.

La vida actual fomenta la búsqueda del placer y el bienestar propios, incluso si esto implica pasar por encima de los derechos de los demás. Sin embargo, basta un giro dramático de los acontecimientos como el que hemos vivido para darnos cuenta de que aquello que nos llena el alma no es el hedonismo. En lo más profundo, lo que nos llena el alma no es el éxito, la belleza, ni la diversión. Lo que nos nutre por dentro es el calor de otras personas, una palabra de aliento o un abrazo. Es el cuidado y los vínculos.

La kenopsia es un reflejo de nuestra sed de los demás. Si sentimos añoranza es porque nos duele la falta de vida alrededor, la falta de otras personas cerca.

Kenopsia en la época del COVID-19

La pandemia por la COVID-19 extendió la kenopsia a casi cualquier rincón del mundo, convirtiéndola en un sentimiento compartido a nivel global. Parecía inimaginable contemplar lugares icónicos, como Times Square, despojados de la típica actividad.

No cabe duda de que la pandemia supuso un evento traumático para la sociedad en su conjunto. Con la llegada de este virus hemos tenido que renunciar a aquello que nos hace humanos: la compañía de nuestros allegados.

En esta situación, el vacío fue repentino y, tal vez por eso, aún más impactante. La vida cotidiana se interrumpió de manera abrupta. Las grandes ciudades, que solían rebosar de movimiento, se quedaron en pausa de la noche a la mañana.

Además del miedo a contraer el virus, la falta de rastros humanos en los sitios que antes estaban saturados de vitalidad nos condujo a reflexionar sobre la naturaleza efímera de la vida y la impermanencia de las cosas, tal como supone esta emoción.

Más allá del miedo a enfermar, esta situación nos ha hecho reconectar con una parte de nosotros que quizá habíamos estado ignorando. Hasta entonces, habíamos priorizado el trabajo, las obligaciones, los quehaceres… muchas veces sacrificando el tiempo de calidad con quienes más queremos. Habíamos dado por sentado tomar un café con un amigo, salir a pasear, ir al cine o a un concierto. Todo aquello que creíamos perenne se esfumó repentinamente, haciéndonos sentir esa emoción tan abstracta y difícil de describir: la kenopsia.

Poner en palabras aquello que sentimos a veces no es tarea sencilla, especialmente si nunca habíamos vivido una situación similar. Vernos inmersos en una situación de emergencia duradera en el tiempo, sin un final claro en el horizonte, puso nuestra resiliencia a prueba.

Por supuesto, sentir kenopsia no es un estado agradable. Se trata de una emoción inquietante, que nos remueve y nos altera. No obstante, todas nuestras emociones son importantes con independencia de su valencia. Permitirnos sentir algo así nos ayuda a comprender qué necesitamos, qué nos falta. Todo aquello que sentimos es válido y merece ser escuchado. Dar espacio no sólo para la alegría y la euforia sino también para las emociones más duras es una señal de una adecuada salud mental.

Por ello, si en algún momento has vivido esta emoción no debes alarmarte. Que te inquiete ver vacío un entorno que antaño estaba repleto de vida es simplemente una muestra de que eres humano, de que sientes aprecio por la vida y por los demás.

Aunque puede que no le des importancia a esta palabra, lo cierto es que dar nombre a experiencias como esta nos ayuda a darles forma y comprenderlas mejor. Hablar de kenopsia también permite construir una red de apoyo y fomentar la recuperación colectiva tras un trauma que ha azotado al mundo entero. Enriquecer nuestro vocabulario emocional es un primer paso para aumentar la conciencia de lo que sentimos y relacionarnos de forma más saludable con nuestros eventos internos.

Una extraña sensación que todos conocemos

Esperamos encontrar actividad y movimiento a donde sea que vayamos. Pero, cuando nos enfrentamos a una escena sin vida, donde solo hay objetos, sin ninguna presencia humana, donde apenas podemos oír los tenues sonidos de fondo que, de no ser por la ausencia de personas, pasarían desapercibidos… es en ese momento cuando el vacío inquieta.

No obstante, a pesar de que suene paradójico, muchos de nosotros encontramos cierta belleza en el silencio. ¿Alguna vez te has preguntado por qué las antiguas ruinas de Grecia y Roma, repletas de historias pasadas, son puntos de visita tan frecuentes? ¿O por qué sentimos una atracción tan poderosa hacia lugares abandonados? Es como encontrar poesía en la ausencia.

Conclusiones

En este artículo hemos hablado acerca de un fenómeno conocido como kenopsia, un concepto desconocido hasta hace unos años, cuando comenzó la pandemia por COVID-19. En aquel momento, se dieron una serie de cambios profundos en la vida y la organización de la sociedad, los cuales favorecieron un sinsabor colectivo. La kenopsia nos hace experimentar nostalgia y añoranza al ver un lugar que antaño estaba vivo en completo silencio.

Con el confinamiento, todos hemos vivido ese sentimiento peculiar al salir a la calle y ver las ciudades abandonadas y vacías. Las plazas, avenidas y comercios se transformaron de pronto en escenarios propios de las películas de ciencia ficción. Como si de una extraña pesadilla se tratara, dejamos de poder hacer todo aquello que formaba parte de nuestra normalidad: tomar algo con un amigo, dar un paseo, hacer deporte, ir a trabajar a la oficina, etc.

El sufrimiento que nos produjo esta situación se debe a nuestra naturaleza gregaria. Los seres humanos somos individuos de carácter social, pues dependemos de los demás para sobrevivir. En solitario, nuestra vulnerabilidad es máxima.

Poner nombre a un malestar colectivo es, en cierta forma, sanador. Etiquetar nuestras emociones es un primer paso para poder comprenderlas y manejarlas. Puede que nunca hayas escuchado el término kenopsia, pero seguramente te sientas familiarizado con la experiencia que aquí hemos descrito.

Hablar de kenopsia permite dar forma a una experiencia traumática colectiva y fomentar la recuperación tras unos años que nos han arrebatado lo que más necesitamos: el calor de los iguales.


Bibliografía


https://lamenteesmaravillosa.com/
https://psicologiaymente.com/

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