En los últimos tiempos, dentro del ámbito de la psicología, ha comenzado a utilizarse un término muy llamativo y que sirve para representar multitud de situaciones a la que nos enfrentamos los seres humanos. Estamos hablando de la indefensión aprendida, la cual queremos explicarte aquí en profundidad.
¿Qué es la indefensión aprendida?
La indefensión aprendida, también denominada por algunos expertos como impotencia aprendida o desesperanza aprendida, es la percepción de incontrolabilidad frente a situaciones de carácter aversivo.
Es un término de la jerga de la psicología utilizado para hacer referencia a aquellos seres humanos que han "aprendido" a comportarse de forma pasiva ante todo tipo de problemas.
Es decir, la indefensión se podría resumir en la siguiente frase: “Se haga lo que se haga, no se conseguirá nada”.
Por lo general, estas personas sienten que son incapaces de hacer nada ante ellos a pesar de que, ante sí, tienen multitud de oportunidades auténticas para cambiar la situación. De este modo, lo que esperan es no tener que enfrentarse a situaciones desagradables o, en su defecto, obtener recompensas positivas.
Según la asociación estadounidense de psicología, la indefensión aprendida suele ocurrir cuando alguien se enfrenta repetidamente a ciertas situaciones estresantes o incontrolables pero no ejercer control cuando tiene las herramientas para hacerlo.
Se podría decir que las personas con esta conducta aprendida tienen la idea de que están indefensos ante esa situación y por ello no intentan cambiarlo, incluso cuando sí que es posible hacerlo.
La indefensión aprendida implica que una persona tiene una conferencia en la que has descubierto que no puede controlar los eventos de su alrededor lo que hace que empieza la motivación para intentar afrontar los retos que puede presentar su vida. Esto también afecta a que estos individuos suelen tener menos capacidad para tomar decisiones, e incluso puede aumentar el riesgo de sufrir de un trastorno depresivo. Según la teoría de la indefensión aprendida de Seligman existen tres elementos claves para identificar a una persona con estas ‘conductas aprendidas’:
- Volverse pasivo ante un trauma
- Dificultad para aprender más respuestas que pueden ayudar a controlar el trauma
- Aumento de los niveles de estrés
La teoría de la indefensión aprendida de Seligman y Maier
Fue en 1967, cuando se expuso por primera vez la teoría de la indefensión aprendida de los psicólogos Seligman y Maier. Sus investigaciones se realizaron en perros y el experimento consistía en que los propios animales pudieran controlar o no una palanca para detener una serie de descargas eléctricas que recibían. De este modo los perros que no pudieron controlarlas es decir, mostraban claros signos de depresión y ansiedad.
Después de este estudio se sometió a los perros a otro experimento donde debían evitar las descargas saltando una barrera. Aquellos perros que no pudieron controlar las descargas del primer experimento ni siquiera intentaron evitarlas.
A pesar de que moralmente hoy este estudio no seria posible, la realidad es que puso en conocimiento de la indefensión aprendida. Según estas investigaciones debido a nuestra experiencia previa podemos desarrollar la expectativa cognitiva de que nada de lo que haremos evitará o eliminará aquello negativo que queremos evitar en nuestras vidas.
La indefensión aprendida en adultos
La indefensión aprendida se asocia en muchas ocasiones con varios trastornos psicológicos. Entre ellos podemos encontrar la depresión, ansiedad, las fobias, la timidez y la soledad. Por ejemplo una persona que se siente tímida en situaciones sociales puede comenzar a sentir que no hay nada que puedo hacer para superar estas sensaciones. En estos casos el sentimiento de ver que esta timidez está fuera de su control puede llevar a una persona con conductas aprendidas de indefensión a dejar de intentar involucrarse en situaciones sociales.
La indefensión aprendida en niños
Hay muchas vías y formas de explicar la indefensión aprendida, pero, creo que virando el interés hacia los niños, se hace crucial el tema. La indefensión aprendida en niños/as suele ocurrir cuando los padres no responden adecuadamente a la necesidades de ayuda de un niño o niña, en estos casos, los infantes pueden aprender que no pueden cambiar una situación. De hecho, si esto ocurre con regularidad, este estado de desamparo puede persistir hasta la edad adulta. Para detectar la indefensión aprendida en niños existen una serie de signos que suelen ser característicos. Entre los más destacados, los psicólogos destacan los siguientes:
- Baja autoestima
- Baja motivación
- bajas expectativas de éxito
- Menos persistencia
- No pedir ayuda a los demás
- Sentirse incapaces
Los niños que sufren de esta conducta aprendida, pueden evitar estos sentimientos construyendo una resiliencia fuerte.
La indefensión aprendida en las féminas víctimas de violencia
Cuando una persona sana mantiene durante mucho tiempo una relación de violencia en cualquiera de sus formas, dónde nada de lo que se hace tiene el efecto esperado, termina por no saber cómo actuar. Esto provoca desaliento, pérdida de confianza en sí mismo y otros efectos impredecibles.
La Indefensión adquirida, es un estado anímico en el que la mujer aprende a creer que no tiene ningún control sobre la situación en que se encuentra y que cualquier cosa que haga es inútil. Como resultado de un proceso sistemático de violencia, la víctima se vuelve muy sumisa, no expresa enojo para evitar los conflictos.
La complejidad del tema, no permite a los profesionales comprender claramente qué ocurre en la mente de las personas sometidas a violencia constante, pero sin duda este síndrome se manifiesta como una salida que encuentran las víctimas para procesar tanto dolor.
Desde afuera la persona da la impresión de no querer remediar el problema. La realidad es que ella intenta adaptarse a los requerimientos de la persona violenta para no ser maltratada, asumiendo un papel de subordinación, con las falsas expectativas de que si se comporta bien no dará lugar a que se la maltrate. Cuando se ha sufrido violencia, al fracasar los intentos por contener las agresiones y en un contexto de baja autoestima las víctimas asumen que ésto les pasa como un castigo merecido.
La intermitencia de las agresiones y el paso constante de la violencia al afecto, refuerza la relación de dependencia, que empeoran cuando la sumisión lo es también en el plano económico. La víctima llega al síndrome, cuando a lo largo del tiempo, se han ocupado de destruir totalmente su autoestima, a través del terror, el desaliento, la desconfianza, la amenaza y la sospecha.
Ejemplos de indefensión aprendida
Se realizó un estudio sobre la indefensión aprendida en humanos en 1974. En este experimento, los participantes humanos se dividieron en tres grupos: un grupo fue sometido a un ruido fuerte y desagradable, pero pudo terminar el ruido presionando un botón cuatro veces; el segundo grupo fue sometido al mismo ruido, pero el botón no funcionaba; y el tercer grupo no se sometió ningún ruido.
Al exponerlos de nuevo a otra situación similar y del mismo modo que ocurrió con el experimento de las descargas eléctricas en perros, aquellos que no tenían un control sobre el ruido ni siquiera intentaron apagar el ruido, mientras que el resto descubrieron cómo apagar el ruido muy rápidamente.
Según la investigación de Sligman, debemos tener en cuenta que estas conductas aprendidas o desesperanza aprendida tienen una conexión con la depresión.
¿Por qué surge la indefensión aprendida?
Habitualmente, este problema psicológico surge cuando un sujeto se ha enfrentado en repetidas ocasiones a determinadas situaciones sin que sus actos hayan conseguido surtir el efecto que realmente querían. Esto acaba derivando en una sensación de impotencia y en la percepción de que aquello que les rodea es incontrolable y que, por lo tanto, lo mejor es no hacer nada. De hecho, hasta cuando el resultado es el deseado, el sujeto tiende a pensar que no se ha producido por las acciones llevadas a cabo, sino por puro azar o porque debía ser así.
Los efectos sobre la víctima como consecuencias de la indefensión aprendida
Para que se dé esta condición la persona, previamente, ha tenido que experimentar una situación en la que su intento de hacer algo en una situación aversiva no haya tenido ningún efecto deseado. Sin esa condición previa, no puede haber aprendizaje.
Todo lo dicho anteriormente indica que una experiencia aversiva, cuando además es incontrolable, produce un efecto de interferencia proactiva en tareas de aprendizaje posteriores, lo que define el fenómeno básico de indefensión aprendida.
Cuando alguien aprende que su comportamiento no influye en la eliminación de la situación indeseada, genera expectativas de indefensión hacia situaciones problemáticas futuras. Antes de hacer nada, ya anticipa que no hay nada que hacer para mejorar la situación en la que se encuentra.
Esta sensación se debe a que la persona se encuentra condicionada por la situación en la que no pudo hacer nada, lo que provoca dificultades a la hora aprender nuevos comportamientos para afrontar la situación actual.
Un primer conjunto de déficits derivados de la indefensión aprendida está relacionado con la incapacidad para adquirir un nuevo aprendizaje, una vez que el individuo ha sido sometido a una experiencia aversiva incontrolable.
Esta incapacidad se debería a la alteración de tres factores diferentes:
Efectos motivacional
En el caso del experimento de Overmier y Seligman, por ejemplo, primer lugar, se produciría una inactividad inducida por el hecho de que ninguna respuesta no era útil para escapar de las descargas en la fase previa. De hecho, algunos autores pensaron que el único efecto de la indefensión era esa pasividad inducida y que, por tanto, la indefensión aprendida se podía reducir a una simple inactividad aprendida.
Los trastornos motivacionales siempre están relacionados con un estado de pasividad inducida por el hecho de que las consecuencias aversivas son incontrolables en la fase de indefensión.
Efectos cognitivo
Experimentos más recientes demostraron que, aunque la pasividad es un efecto de la indefensión, no es la más importante, ni la más duradera. Así, se demostró la existencia de otro tipo de déficits de naturaleza cognitiva que lleva a los individuos indefensos a ser incapaces de tener éxito o aprender nuevas tareas, aunque sean diferentes de la situación o tarea en la que se produjo la indefensión, lo que define el fenómeno de generalización de la indefensión aprendida a otro tipo de tareas.
Maier y Jackson (1978) demostraron, en primer lugar, que sin duda la inducción de indefensión (tener una experiencia aversiva incontrolable) producía un claro déficit motivacional o inactividad inducida.
En sus experimentos también comprobaron que los sujetos indefensos cometían muchos más errores durante el aprendizaje que los del grupo de control, lo que parece evidenciar la existencia de un déficit cognitivo específico que genera en los individuos indefensos una dificultad para aprender que produce la interferencia o retraso en un nuevo aprendizaje posterior, como postula el modelo cognitivo de la indefensión aprendida.
A nivel cognitivo se produce una generalización. En esta generalización lo que ocurre es que se trasladan los resultados de una situación negativa incontrolable a otras situaciones independientemente de que sean o no similares a esa primera situación.
Los efectos de esa generalización influyen también en el aprendizaje de nuevos comportamientos útiles para afrontar la nueva situación, dificultando la adquisición de nuevas habilidades.
- Paralización ante problemas que requieren rápida respuesta.
- Bloqueo mental frente a situaciones a corto, medio o largo plazo.
- Hay un déficit motivacional que se asocia con la expectativa de que se haga lo que se haga, nada cambiará.
- Ese déficit motivacional provocaría la pasividad ante la expectativa de incontrolabilidad en situaciones aversivas.
Como consecuencia de todo ello, la persona que sufre indefensión aprendida acaba teniendo un grave problema de autoestima. Además, este se ve incrementado por una falta de motivación extrema.
Los trastornos cognitivos producen un efecto de retraso o interferencia de aprendizaje que lleva a los sujetos indefensos a cometer más errores o tardar más tiempo en aprender nuevas tareas. En estudios posteriores se comprobó que el déficit cognitivo es más estable que el déficit motivacional.
Efectos actitudinales
Pero también hay otro tipo de consecuencias. Las personas que sufren indefensión aprendida acaban desarrollando una serie de problemas adicionales. En concreto, podemos citar los siguientes:
- Necesidad de huir de los problemas.
- Evitar situaciones que puedan resultar incómodas.
- Negar el enfrentamiento con las causas de los problemas.
- Incapacidad de ayudarse a sí misma
Todo esto se traduce en que la voluntad del propio sujeto queda siempre subordinada a cualquier aspecto externo. Incluso, en casos extremos, pueden surgir síntomas depresivos y de ansiedad.
¿Cómo desaprender la indefensión aprendida?
Las personas con una indefensión aprendida pueden superarlo. El tratamiento más común es la terapia, especialmente, Se suele tratar este tipo de conductas a través de la terapia cognitivo-conductual. Además de acudir junto a una especialista, los psicólogos también recomiendan lo siguiente.
- Explorar el origen de la indefensión aprendida: Aprender de dónde surge esta conducta aprendida pueden ayudarnos a superar estos sentimientos de pasividad ante los hechos.
- Identificar nuestros pensamientos negativos: Normalmente las personas con esta conducta de indefensión suelen tener ideas muy negativas en sus mentes. Por ello la clave es intentar racionalizar con estos tipos de pensamientos.
- Cambiar los comportamientos que refuercen la indefensión aprendida: Otra de las claves para cambiar esta desesperanza aprendida es intentar reemplazar aquellos comportamientos que refuerzan este tipo de pensamientos hacia nosotros mismos.
- Mejorar nuestra autoestima: estas conductas aprendidas suelen ir muy ligadas a una mala concepción de nosotros mismos. De este modo, Al mejorar nuestra autoestima podemos combatir esta clase de pensamiento.
- Establecer pequeñas metas: Para volver a prender que no estamos en una situación de indefensión, establecer pequeñas metas puede ayudarnos a ver que somos capaces de superar estos obstáculos.
La indefensión aprendida puede conllevar muchos defectos en nuestro día día. De hecho, las personas con esta clase de actitudes suelen ponerse muchas barreras personales para conseguir aquello que tanto desean. Por este motivo, es importante trabajar en nuestra autoestima y seguridad personal.
Entonces: ¿Es posible superar la indefensión aprendida?
La respuesta es que sí. De hecho, es más fácil de lo que parece por una sencilla razón. Y es que, como su propio nombre indica, se trata de un comportamiento aprendido que puede ser modificado como cualquier otro.
En este sentido, la primera fase del tratamiento se debe centrar en aprender comportamientos alternativos a los aprendidos anteriormente y que desencadenaron el problema. Con ellos, lo que se espera es que el sujeto aprenda a resolver sus propios conflictos y a sentir que es capaz de cambiar, mediante sus actos, las situaciones adversas a las que tenga que enfrentarse.
Hay muchos ejemplos que pueden servir para ilustrar esta situación, pero el más interesante que se nos ocurre es el de un sujeto en paro que lleva meses buscando trabajo sin éxito. Tras todo ese tiempo, puede que haya perdido la motivación y haya empezado a pensar que poco más puede hacer. De hecho, incluso es posible que haya desarrollado comportamientos orientados a evitar la situación y a la pasividad. Cuando esto se produce, la indefensión aprendida ya se ha instaurado.
Sin embargo, quedarse en casa no es una alternativa válida para ese sujeto. El trabajo de la terapia, en ese caso, debe centrarse en proveer de habilidades nuevas a la persona para que sea capaz de encontrar otros lugares y recursos con los que seguir con su búsqueda.
En definitiva, la indefensión aprendida puede ser un problema realmente grave para aquellos que la padecen pero, como todo comportamiento adquirido, puede modificarse y corregirse.