lunes, enero 02, 2023

Sobre la Solastalgia

El neologismo fue creado por el investigador australiano Glenn Albrecht. El concepto alude a la nostalgia y la angustia que sienten los humanos cuando ven que la polución, los incendios y las sequías van degradando progresivamente su entorno.

Solastalgia

Solastalgia, la psicopatología por la destrucción ambiental

La destrucción del medio ambiente puede generar diversos problemas psicopatológicos a los distintos profesionales que trabajan en contacto directo con la naturaleza, como recuerda José Antonio Corraliza, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y experto en Psicología Social Ambiental: “Está muy documentado. Tienen datos muy precisos y ven que no se hace nada. Viven experiencias de riesgo que pueden poner en peligro su salud mental”.

En este caso, Corraliza explica que se trata de “solastalgia”: “Es un término más asentado que forma parte de un conjunto de las patologías psico-terráticas, relacionadas con el impacto emocional de la degradación del medio ambiente. Es muy típico en cualquier incendio forestal, o con la sequía que altera el entorno. Está relacionado con la gestión del duelo ante una pérdida. Nuestra identidad está unida a los lugares, y si se degradan, también perdemos parte de nuestra identidad”.

La solastalgia se define como una clase de trastorno de la ansiedad relacionado con el cambio climático y otros fenómenos naturales condicionados por nuestras manos. De alguna manera, podemos decir que es consecuencia de nuestro nuevo estilo de vida, del alejamiento del ser humano de la naturaleza.

La solastalgia nos hace sentir alejados de algunos de los componentes fundamentales de nuestra antigua forma de vida como especie: la vida salvaje, la flora, la fauna.

Ahondando en el significado de la Solastalgia

En 2005, en su artículo Solastalgia’. A New Concept in Health and Identity, publicado en la revista Philosophy Activism Nature, Albrecht expresó que dicho neologismo tiene sus orígenes en las nociones de consuelo y desolación.

“Consuelo se deriva de solari y solacio, con significados relacionados con el alivio de la angustia o con la provisión de confort o descanso frente a eventos angustiantes. La desolación tiene su origen en solus y desolare con significados relacionados con el abandono y la soledad. (…) algia significa dolor, sufrimiento o enfermedad. Además, el concepto se ha construido de tal manera que tiene una referencia fantasmal o similitud estructural con la nostalgia, de modo que se incrusta una referencia de lugar. Por lo tanto, literalmente, solastalgia es el dolor o la enfermedad causada por la pérdida o la falta de consuelo y la sensación de aislamiento conectada con el estado actual del hogar y el territorio”, se lee en el artículo escrito por el filósofo australiano.

En su caracterización, Albrecht precisa que en un sentido estricto la solastalgia también es el dolor experimentado cuando se reconoce que el lugar donde uno reside está siendo destruido (desolación física) y se manifiesta en la erosión del sentido de pertenencia (identidad) a un lugar en particular y en el sentimiento de angustia (desolación psicológica) sobre su transformación.

“La solastalgia no se trata de mirar hacia atrás a un pasado dorado, ni se trata de buscar otro lugar como hogar. Es la experiencia vivida de la pérdida del presente como se manifiesta en un sentimiento de dislocación; de ser socavado por fuerzas que destruyen la posibilidad de que el consuelo se derive del presente. En resumen, la solastalgia es una forma de nostalgia que uno tiene cuando todavía está en casa”, se lee así en la misma publicación.

Sequías, deforestaciones, cambios bruscos en el clima o, inclusive, sismos son algunos fenómenos que suelen transformar el entorno inmediato de millones de personas alrededor del mundo, lo cual de acuerdo con Fernando Guzmán Cárdenas, quien cuenta con un doctorado en psicoterapia humanista por la Universidad Nexum de México, de Culiacán, Sinaloa, no sólo genera solastalgia en un sentido negativo, sino también conduce a una mayor conexión entre el ser humano y el ambiente.

“Es una empatía de tal nivel que esas cosas llegan a tener un impacto negativo en nuestras emociones. Sin embargo, éstas no son para huir de ellas ni para menospreciarlas, aun cuando puedan ser mayoritariamente negativas, como en casos de depresión, tristeza o desesperación, síntomas de la solastalgia que nos llevan a también hacernos sensibles por lo que pasa en la Tierra”, explica, en entrevista para Tec Review, Guzmán Cárdenas, quien también es especialista en prácticas clínicas gestálticas por el Centro de Terapia y Psicología, de Madrid, España.

Síntomas

No hay estudios que confirmen su existencia ni es considerado un trastorno médico, así que los síntomas aún no han sido sistematizados pero se relacionan con:

  • Ansiedad
  • Estrés
  • Fatiga atencional

Y también ha sido asociado con cuatro grandes patologías:

  • Obesidad
  • Enfermedades respiratorias
  • Trastorno por déficit de atención
  • Hipovitaminosis D

Ahondando en el origen del término Solastalgia

A comienzos de la primera década del siglo XXI, el teléfono de la oficina de Glenn Albrecht comenzó a sonar de manera incesante. Sus vecinos en la región australiana de Hunter Valley sabían que este filósofo ambiental de la Universidad de Newcastle tenía una reputación como activista en temas de conservación y que, además, había publicado varios estudios sobre la sustentabilidad de la zona. Ellos querían que alguien con esa sapiencia escuchara sus historias y se hiciera eco de la preocupación que sentían frente a la desolación que veían a su alrededor: la apacibilidad que durante siglos había imperado en un área dominada por campos de alfalfa y viñas, había dado paso a la expansiva acción de la minería del carbón.

“Su angustia por las amenazas a su identidad y bienestar era palpable, aun por teléfono”, escribe Albrecht (67) en un paper publicado en 2007 en la revista Australasian Psychiatry y donde no sólo describe los testimonios que recogió. También detalla los orígenes del término ‘solastalgia’ que él mismo acuñó para definir esa desesperación que los humanos experimentan ante la degradación de su entorno. Con el paso de los años, el concepto se ha convertido en una idea recurrente al hablar del impacto que generan la polución y fenómenos cada vez más recurrentes como incendios forestales y sequías en la salud mental de las personas.

Los relatos recopilados por el académico daban cuenta de detonaciones que hacían retumbar la tierra, el rugido constante de las maquinarias y el polvillo negro que cubría las casas e invadía su interior. A los vecinos de Albrecht también les preocupaba el aire que respiraban y el agua que bebían, además de sentir impotencia al ver que el hogar que había acogido a sus familias durante generaciones desaparecía frente a sus ojos.

“Es perturbador. Me dan ganas de llorar con sólo pensar sobre la minería”, decía Eve. “Perdí mucho peso. Me despertaba en mitad de la noche, sintiendo que mi estómago era como un puño apretado y solía pensar ‘¿Qué voy a hacer?’”, relataba Dora. Leo, en tanto, describía otras preocupaciones: “El hecho de que puedas ver todos esos desechos mineros te hace pensar que en el futuro quizás haya consecuencias terribles para las napas subterráneas de agua”. En su reporte,  Albrecht plantea que las entrevistas revelan una clara sensación de agobio y congoja, causada por alteraciones ambientales que incidían en el sentido de pertenencia, control y buena salud de las personas: “Su frustración al no ser capaces de detener o revertir lo que estaba causando la desolación del ambiente sólo potenciaba su estrés”.

Sin embargo, estas personas articulaban su sufrimiento a través de descripciones bastante generales o síntomas físicos como el puño apretado de Dora. No existía un término específico que englobara el impacto mental y físico que sentían ante la destrucción de lo que los rodeaba. Así que junto a su esposa Jillian, a quien conoció en un vertedero de Perth mientras ambos realizaban tareas de reciclaje, se sentaron a pensar, hasta que crearon la idea de ‘solastalgia’: “Es un término que se relaciona específicamente a la angustia que sienten las personas y comunidades enteras cuando su amado entorno se ve alterado en formas que ellos perciben como negativas”, relata a Tendencias este investigador, que se retiró de la academia en 2014 y que acaba de publicar en español su libro titulado Las emociones de la Tierra. Nuevas palabras para un nuevo mundo

Hoy el término suele aparecer en medios como New York Times y Los Angeles Times e, incluso, ha servido de título para un disco de la cantante australiana Miss Higgins y un corto presentado en el festival Sundance, sobre astronautas que en el futuro exploran la superficie de un planeta desolado. Albrecht explica que el neologismo se deriva de los vocablos en inglés para consuelo, nostalgia y desolación, más la terminación ‘-algia’, usada en medicina para denotar dolor. En su nuevo libro, el investigador –quien hoy vive en una granja en Hunter Valley y conoce de cerca los efectos de las sequías y los devastadores incendios forestales- escribe que la ‘solastalgia’ suele ser una “condición crónica, ligada a la erosión gradual de la identidad que se crea por el sentido de pertenencia a un lugar” y una “sensación de angustia, o desolación sicológica, relacionada a su transformación no deseada”. A diferencia de la nostalgia que puede generar la lejanía con un lugar,  ‘solastalgia’ es la “añoranza que experimentamos hacia nuestro entorno cuando aún vivimos en él”.

Albrecht, quien ha expuesto sus ideas en varias charlas TED, señala a Tendencias que el concepto tomó forma final en 2003. “Siempre he descrito la ‘solastalgia’ como una especie de angustia crónica, ya sea por la minería, el cambio climático o grandes proyectos como carreteras o aeropuertos. Por eso es una experiencia distinta al trauma provocado por un desastre natural o una catástrofe de origen humano como la explosión en el Líbano”, señala. Por ejemplo, comenta, cuando se produce “un gran incendio forestal, se genera una vivencia de cambio ambiental negativo. Ya no es un trauma directo, sino solastalgia por el paisaje carbonizado y el hecho de que quizás necesite años para volver a la normalidad”.

El investigador cree que para describir lo que pasa en el mundo es importante contar con este neologismo y otros similares como la ‘ecoansiedad’, que la Asociación Americana de Psicología definió en 2017 como “un miedo crónico al colapso ambiental”. “Si existen nuevos cambios en el planeta es improbable que nuestro lenguaje pasado sea capaz de explicarlos o describirlos. Este es un problema de todas las lenguas, incluyendo las indígenas. No existe una palabra ‘perfecta’, pero ahora tenemos una que antes no poseíamos. Eso es progreso intelectual”.

Pese a la carga negativa que pueda englobar el término, Albrecht cree que su concepto también puede inducir un deseo de hacerle frente a esa angustia: “Si experimentas ‘solastalgia’, eso implica que debes tener un cariño preexistente por un lugar, es decir, una topofilia. Podemos responder mediante la reparación activa de un paisaje. Podemos responder con acciones políticas contra las causas de la ‘solastalgia’”.

Solastalgia en diferentes contextos

La solastalgia, como otros trastornos de ansiedad, toma diferentes formas en distintas sociedades.

Un ensayo publicado en el año 2005 se centró en dos contextos: Las experiencias de sequías duraderas en Nueva Gales del Sur (Australia); y el impacto local de una mina de carbón como una gran herida abierta en Valla del Cazador en la misma zona australiana. En ambos casos, las personas expuestas a estos eventos sufrieron reacciones negativas provocadas por una sensación de impotencia ante los cambios ambientales que se desarrollaban. La pérdida de certeza de una comunidad en un entorno que alguna vez fue predecible es común entre los grupos que expresan solastalgia.

Las sociedades humanas cuyos medios de vida no están estrechamente vinculados a su entorno no tienen tantas probabilidades de sufrir solastalgia; las sociedades que están estrechamente vinculadas a su entorno son más susceptibles. En este sentido, los grupos que dependen fuertemente del agro-ecosistema son considerados particularmente vulnerables. Hay muchos ejemplos de esto en África, donde comunidades agrarias han perdido recursos vitales debido al cambio ambiental. Esto lleva a que el número de refugiados haya ido en incremento a lo largo de África en los últimos años. La solastalgia tiende a afectar menos a las poblaciones más ricas.

Un estudio llevado a cabo tras un destructivo incendio descontrolado en el Oeste de los Estados Unidos, mostró que las familias de mayores ingresos experimentaron los efectos de la solastalgia significativamente en menor medida que sus vecinos de escasos recursos. Ello se debe a la flexibilidad que la riqueza puede proporcionar. En este caso, las familias pudientes son capaces de mudarse o reconstruir sus casas, reduciendo la incertidumbre causada por el incendio.

Otros estudios han aportado la existencia de solastalgia en comunidades apalaches afectadas por la extracción de carbón en la cima de las montañas. Las comunidades ubicadas muy cerca de minas de carbón experimentan tasas de depresión significativamente más altas que las ubicadas más lejos.

Cuando las amenazas a la naturaleza afectan a nuestra autoestima

La relación con nuestro entorno históricamente no ha sido un camino de rosas, siempre ha existido cierto grado de conflicto. La base de este conflicto está en la diversidad de opiniones, entre si debemos integrarnos en la naturaleza como un elemento más de ella o, por el contrario, debemos utilizar nuestras capacidades para moldear el entorno a nuestra medida y según nuestros gustos.

En medio de este conflicto de opiniones aparece el sentimiento de solastalgia, cuando una persona echa un vistazo a su alrededor y siente que algo no va bien. Cuando observas los árboles, las flores o el cielo y no puedes evitar sentir algo de tristeza. Curiosamente, lo más frecuente es que las personas se sientan más felices y tranquilas en un entorno natural seguro que rodeadas del cemento y el estrés habitual en una gran ciudad.

Solastalgia

La solastalgia y el trastorno por déficit de naturaleza

El escritor Richard Louv, en su libro "Los últimos niños del bosque", acuñó el término “trastorno por déficit de naturaleza”. Este curioso fenómeno se asocia con el aumento de los casos de déficit de atención, obesidad y depresión, además de otros problemas de salud física y mental.

Esta falta de naturaleza puede afectar en especial a los niños, quienes, de manera inconsciente, sienten la necesidad de tomar más contacto con el medio natural por medio de excursiones al campo, al mar o a la montaña.

Esta desconexión del mundo puede ayudarnos a mejorar nuestros niveles de concentración y a reducir el estrés acumulado durante el día a día o la sensación de irritabilidad. Además, pasar más tiempo en contacto con la naturaleza puede ayudarnos a aliviar o evitar el riesgo de padecer enfermedades respiratorias debidas a la contaminación en los entornos urbanos.

Como hemos comentado, la obesidad también está relacionada con este trastorno, así como la hiperactividad o la falta de vitamina D. Todos estos síntomas pueden derivar en enfermedades de relativa gravedad, y todo ello por la simple falta de un contacto más habitual con el medio natural.

La solastalgia y su amenaza hacia la topofilia

Lo normal es que el entorno natural y el paisaje sean una fuente de tranquilidad y de satisfacción. Esto es lo que se conoce como topofilia, un sentimiento propio de las personas que sienten amor por el lugar en el que crecieron o en el que viven, a menudo caracterizado por un entorno natural abundante.

Sin embargo, un sentimiento positivo, como la topofilia puede convertirse en solastalgia, cuando ese lugar resulta invadido por una central térmica contaminando, cuando un bosque se quema o cuando se tala para construir una autovía. La persona que padece solastalgia siente que hay un cambio no deseado en su entorno y que ha perdido algo de manera irreversible. En este sentido, la solastalgia se puede asemejar a la nostalgia, solo que con la particularidad de que se siente estando en el presente y en el lugar en cuestión.

Solastalgia

La solastalgia es un reflejo de nuestra propia experiencia

Debido a los continuos cambios en el medio natural debidos a la globalización, la solastalgia es un sentimiento cada vez más común. Efectos como el cambio climático, la urbanización o la incesante producción y desperdicio de plásticos son especialmente influyentes en este fenómeno. Además, puede deberse también a la omnipresencia de la tecnología, que altera de forma continua el medio que conocemos.

Otros efectos son las actividades mineras, la extensión de los terrenos dedicados a la agricultura y a la ganadería o la construcción de fábricas, centrales de energía o vías de comunicación. Todo esto amenaza a la integridad de los paisajes naturales que muchas personas sienten como parte de sí, dando lugar a estos sentimientos de estrés y tristeza.

Como posible solución al problema de la solastalgia, un buen método puede ser intentar fomentar otros sentimientos de apego hacia la naturaleza y la vida. Por ejemplo, la biofilia, que es el apego por lo vivo, o la eutierria, que es el amor por la conexión entre la Tierra y los seres vivos.

Oportunidad de cambio

Análogamente a la legendaria transmutación alquímica medieval de plomo en oro, las emociones provocadas por la solastalgia se pueden convertir en una oportunidad de perfeccionamiento, en el sentido de que si alguien se siente triste o afligido entonces, por una parte, le toca vivir las emociones y expresarlas, pero, por otro lado, según Guzmán, se abre la puerta a que surja la antítesis de la solastalgia, que es la solifilia.

“La solastalgia sería como un despertar de consciencia que entristece y la solifilia, una respuesta personal para luchar contra determinadas situaciones del mundo, en lugar de sólo quedarse encerrado sin hacer nada. La solastalgia puede ser incapacitante, pero también generar movilización y creatividad muy favorecedoras para la raza humana”, comenta el psicólogo, quien, a través de @drfernandoguzmanc, platica que las palabras utilizadas para describir cualquier situación son muy importantes porque moldean la percepción personal de la realidad.

En este sentido, la interpretación tiene una influencia más grande en la psique que los acontecimientos acaecidos per se. Esto nos lo dice Eduardo Pérez Amezcua, maestro en Psicoterapia Psicoanalítica por Centro Eleia, de la Ciudad de México, quien asegura que existen estructuras internas conscientes e inconscientes, pero el ser humano le da más peso a las primeras, porque son las que puede percibir con mayor facilidad.

“La gente suele decir que se conoce, pero en realidad no se conoce. Sólo conoce la parte consciente, pero la parte inconsciente es la que determina en muchas maneras cómo funciona la gente, en una proporción de 90 %”, explica el psicoanalista, en entrevista para Tec Review.

De acuerdo con Pérez Amezcua, hay muchas personas que creen tener miedo a fenómenos externos, pero en realidad se trata de una cuestión más interna. Por esto, suelen manifestar una ansiedad mayor a la comprensiblemente normal ante un evento de la naturaleza.

El problema surge cuando el miedo es desproporcionado, cuando está fuera de lugar y contexto. El quid de la cuestión no son los fenómenos por sí mismos, sino las circunstancias particulares del sujeto que, según Amezcua, es preciso indagar.

“Las razones conscientes de por qué alguien hace lo que hace no son las únicas y, probablemente, ni siquiera sean las más importantes. Por esto hay que conocer la simbología propia (del inconsciente), así como un arqueólogo que a partir de encontrar fragmentos (símbolos) dilucida cómo vivían las personas de una sociedad extinta. Se trata de hacer esto, pero con uno mismo”, comenta el experto en psicoanálisis, quien afirma que cualquier fenómeno natural puede dar pie a que el ser humano resignifique positiva o negativamente lo que entiende por realidad.

Cómo podemos hacer frente a la solastalgia

Los expertos y las personas que sufren ecoansiedad y solastalgia señalan los siguientes consejos para hacerles frente:

Realizar todas las acciones ecológicas que estén en nuestra mano: Reducir, Reutilizar y Reciclar; utilizar más el transporte público, la bicicleta y andar y menos el coche o el avión; mejorar nuestro consumo energético y utilizar fuentes renovables; proteger los espacios naturales; comer menos y mejor …

No sentirse avergonzado o agobiado: Si asumimos una vida más verde pero no cumplimos por completo nuestros objetivos, no debemos sentirnos mal. Debemos pensar en lo que se consigue. Cada acción, por pequeña que parezca, cuenta.

Motivarnos y motivar: Podemos hacer más de lo que pensamos, pero hay que ponerse a ello. No tenemos que esperar que otros lo hagan. Hay que centrarse en lo que nos motiva, nos hace sentirnos bien, por nosotros, por los demás y por el medio ambiente. Asimismo, contar a las personas de nuestro entorno nuestras experiencias y nuestros avances nos hace sentir mejor y contribuye a que más personas se involucren.

Actuar y hablar con otras personas: No podemos llegar a donde queremos solo a través de la acción individual. Trabajar con otras personas sirve no solo para presionar a gobiernos y empresas y conseguir más resultados, sino también para sentirnos mejor, sentirnos arropados dentro de un grupo (no estamos solos), hablar de nuestros sentimientos, nuestras frustraciones, nuestros logros… Aprovechar la energía de cambio que ha generado el fenómeno “Greta”.

Más educación ambiental y alimentar la esperanza: Hay que lanzar mensajes claros y positivos y proponer soluciones reales, locales y comunitarias, para hacer lo que esté en nuestra mano. Los esfuerzos por lograr un planeta mejor tienen sus frutos (cada vez reciclamos más, las energías renovables crecen en todo el mundo, cada vez usamos más la bicicleta, la capa de ozono se recupera, los espacios naturales protegidos aumentan en todo el mundo, especies en peligro de extinción como el lince ibérico se recuperan…).